(AVISO: Entrada sobre la series finale de Mujeres Desesperadas. Llena de spoilers)
Esta entrada forma parte de la iniciativa de Pilar, de Con series y a lo loco, en la que una serie de blogueros, que vemos y nos encanta la serie, le rendimos homenaje ahora que acaba su andadura, tras ocho años en nuestras pantallas. Aquí puedes acceder a la presentación, y al final encontraréis los enlaces de las diferentes entradas programadas para este día, cada una sobre un aspecto distinto de la serie. También podéis seguirlo en twitter mediante el HT #DHBD.
El pasado domingo, 13 de mayo,
tuvo lugar la emisión del último episodio (dos, en realidad) de Mujeres
Desesperadas en Estados Unidos. Benditas casualidades que hicieron que tal
acontecimiento coincidiera con la celebración del día de la madre en dicho país.
Nos enfrentábamos a estos
episodios con la duda sobre cuál sería la resolución del juicio en el que Bree
era la principal sospechosa, acusada del asesinato del padrastro de Gabrielle, y cuya muerte
supuso, al final de la pasada temporada, un punto de inflexión en la serie,
implicando de nuevo a las cuatro amigas de forma directa en el misterio central
de la temporada. Una vuelta a los inicios de la serie.
Y las respuestas llegaron. Era
evidente que la verdad sobre el homicidio saldría a la luz, quién era en realidad
la víctima, su relación con Gaby y los abusos sufridos por ésta. Esperábamos que
o bien Gabrielle o bien Carlos, auténtico responsable, dieran la cara y no
dejarían que Bree fuera condenada finalmente. Lo que nadie se imaginaba, no al
menos hasta el comienzo del capítulo, era que la señora McCluskey (tras hacer lo que mejor sabe, cotillear y escuchar lo que no debe, y por ello la adoramos) acudiría en ayuda de las chicas asumiendo ella las
culpas, pues ni por su edad ni condición de salud nadie la condenaría. Y es que
ella ha sido una desesperada “en la sombra”, una constante en la serie, sin
tanto protagonismo, pero igual de imprescindible. ¿Solución fácil al misterio
central? Quizá. Los responsables pensarían que el hecho de despedir la serie ya
era lo suficientemente amargo como para encima tener que sufrir (aún más) por
Gaby, Carlos o la propia Bree.
Aunque el gran
momento de esta primera parte de la final es la reconciliación de Tom y
Lynette. No por esperado es menos emotivo, y después de tantos años de enfados,
crisis y momentos bajos ya hemos aprendido que los Scavo están hechos para
estar juntos. Mención especial para Roy, secundario que además de ganarse
nuestro cariño con su tierna historia con Karen, ha sido un catalizador
importante en el tramo final de esta historia.
Una vez atados estos cabos, nos
prepararon para decir adiós a las desesperadas. Vemos cómo Susan, dispuesta a
comenzar una etapa nueva tras la desaparición de Mike, se prepara para anunciar
a sus amigas su partida del barrio para ayudar a Julie a cuidar de su nieta; el
regreso de Katherine, con una oferta laboral para Lynette (aparición forzada,
pero no importa, estamos de celebración); Bree superando sus miedos y dudas y encontrando
de nuevo el amor en Trip, su abogado y Gabrielle recibiendo un importante ascenso
laboral. Detalle divertido el de ésta marchándose al trabajo y ver que Carlos
ha contratado a una atractiva jardinera, que nos hace recordar la primera
temporada, cuando era ella la que se quedaba en casa y además le engañaba con
su joven jardinero. Por mucho ha pasado este matrimonio, que afortunadamente
también ha sabido encontrar su lugar.
Demasiado casual que acontecimientos como la boda de Renee y Ben, la muerte de
Karen y el nacimiento del hijo de Julie transcurran a la vez, pero se lo
perdonamos por ser una escena tremendamente efectiva.
Antes de que todo acabe,
presenciamos el último momento de las cuatro reunidas, como no podía ser de
otra forma, echando una partida de póker y haciéndose la promesa de que esa no
sería la última vez. Hubiera sido una buena forma de terminar de contar su
historia, en su lugar utilizan una serie de epílogos, en los
que vemos que el futuro de todas acaba tarde o temprano encontrándose lejos de
Fairview. Como apunte personal, no me entusiasma demasiado este recurso, prefiero que su destino quede en mente de cada uno, que sea el espectador quien imagine lo que puede ocurrir a continuación.
Mejor forma de completar el ciclo
es la entrega de llaves de Susan a la nueva inquilina de su casa (ojo a Marc
Cherry, haciendo un cameo como chico de la mudanza), y tras ésto recorremos con
Susan el barrio por última vez, con los fantasmas de la gente que por allí ha
pasado como testigos, todos ellos importantes en la serie en algún momento: los
recientes desaparecidos Mike y Karen, George Williams, la
matriarca de los Solís, Mona Clarke, Karl Mayer, Ellie Leonard, Nora
Huntington, Rex Van De Kamp, Lillian Simms, Beth Young,
Chuck Vance,
Alma Hodge,
Martha Huber...
Aunque, como estaba claro, no pudimos contar con uno de los personajes
fundamentales en las primeras temporadas, Edie Britt.
Como broche final, un cliffhanger
marca de la casa con el secreto que guarda la nueva propietaria de la casa de
Susan. Y es que ¿qué sería de Wisteria Lane sin nuevos vecinos en busca de
ocultar sus trapos sucios? Todo se repite.